
- ¿Por qué insistes en escribir estupideces?- me dijo mi padre al tiempo que arrojaba mi enésimo poema al cesto de la basura.
- Porque quiero ser poeta- le respondí.
- ¡No digas tonterías! Si quieres que la gente se ría de ti es mejor que pague por ello- dijo antes de comenzar a maquillarme.
Era hora de la nariz roja y los malabares. Era hora de nuestra primera función.
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