
El Dragón escupió su fuego amargo
el que otras veces, triste y dolorosamente,
simplemente se tragaba.
Hizo daño, lo sabe;
se lamenta aunque eso nada remedia.
Esta herido hace tiempo,
sangra sin darse cuenta,
y todos saben que un animal herido
es peligrosamente impredecible.
El Dragón llora con lágrimas que arden
más aún que el fuego que de su boca brotó.
Nada alivia el dolor;
tal vez mañana el olvido lo disipe un poco.
El Dragón se sabe ni bueno ni malo,
lo que realmente lo lastima es encontrarse
tan igual, tan humano, tan hombre.
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