11 de mayo de 2009

¿QUE DIABLOS SIGNIFICA SER PADRE?


Esta pregunta saltó de entre las páginas de un semanario para quedar prendida de mí por algunos días. No estoy seguro de haber encontrado una definición satisfactoria, no obstante el ejercicio resulto entretenidamente dubitativo. Para intentar dar respuesta o, al menos, aproximarme a ella, parto de mi única certidumbre: la idea de lo que significa ser padre era significativamente más clara cuando aún no lo era, esto debido quizá a que como en tantas otras concepciones esenciales en el hombre, el sentimiento estorba, modifica perspectivas, terminando por cegar, así sea parcialmente. No importa que tanto haya pasado la idea de ser padre por tu cabeza, jamás se está lo suficientemente preparado; meses o años que te toman por sorpresa en un instante.

Ser padre, al menos para las generaciones contemporáneas, implica una realización personal, un cambio de vida radical, un peldaño arriba hacia la trascendencia o una oportunidad de convertirte en mejor persona, todas éstas ideas solapadas por los cánones del romanticismo propagado por generaciones y divulgado a través de desgastados sermones familiarmente populares. Sin embargo, esta representación del fenómeno procreativo colisiona con los hechos que van presentándose al transcurrir del tiempo y que van revelando lentamente otra realidad. ¿Qué hay de los desvelos… de la incertidumbre al pensar en su futuro en un planeta cada vez mas caótico… de las preocupaciones por saber dónde y con quién se encuentran… del constante e infructuoso auto cuestionamiento acerca de si hicimos bien nuestra labor o no… del pago de las colegiaturas para quienes piensan que la diferencia está en evadir las escuelas de gobierno… de las incómodas charlas intentando romper el hielo en temas sexuales… de los reproches que, independientemente de la situación, de la circunstancia o la época, siempre vendrán…?

Lo que creo es que cada historia es única y, aunque se presentan escenarios constantes en la cotidiana tarea de ser padre, cada uno aborda la situación desde su trinchera y con los medios que tiene a la mano. Cabe mencionar también que se es un padre a los 30, un padre distinto a los 50 y otro muy diferente a los 70, pocos quehaceres tan cambiantes, contradictorios y misteriosos; así que la opinión que emerja de mí en éste momento seguramente mutara en algunos años.

Por lo pronto, ser informador de un complejo sistema de normas, algunas aparentemente sin sentido; iniciador en el truculento mundo de los hábitos, comportamientos, temores e ideologías; corruptor intermediario entre lo que es y lo que debe ser; edificador de bases firmes para los vendavales que se avecinan; contaminador, por contagio o imitación, del cada vez más extraño virus de los valores universales. Resumido en pocas palabras: establecer las bases para que un ser haga su labor de humano mejor que tu mismo. Eso significa, ante mis ojos y conciencia, ser padre.

Lamento no haber dejado evidencia de mi parecer ante este cuestionamiento hace algunos años cuando mis hijos aún no me habían elegido como su mentor. Ahora, sólo puedo decirles que comprensibles o no mis palabras, actos y conductas, todo cuanto hago esta delimitado y provocado por el inmenso amor que siento por ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario